Este artículo fue actualizado por última vez el mayo 7, 2024
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Sjoukje Dijkstra: pionero del patinaje artístico con un poder de salto fenomenal
Sjoukje Dijkstra: pionero del patinaje artístico con un poder de salto fenomenal
Después de su primer título mundial en 1962 en Praga, el padre Dijkstra pensó que ya era suficiente. Ya era hora de que Sjoukje capitalizara sus cualidades como patinadora artística en la revista sobre hielo. Pero no, mi hija decidió otra cosa. Ya tenía la plata olímpica en el bolsillo y quizás hubiera más por venir. “Él pensó que el título mundial era suficiente, pero yo no”, dijo al respecto el fallecido Dijkstra.
Un pensamiento lógico. La cinco veces campeona del mundo Carol Heiss impidió que Dijkstra, de 18 años, ganara la medalla de oro en Squaw Valley, pero la estadounidense se retiró después de ese éxito. Sólo eso allanó el camino hacia la gloria olímpica.
Dijkstra no se decepcionó ni a sí mismo ni a la nación, que en aquellos años no se vio perjudicada por los éxitos deportivos holandeses a nivel mundial y se dejó llevar con entusiasmo por el revuelo del patinaje artístico. Ganó el oro en Innsbruck bajo la mirada de la familia real y escribió así la historia: nunca antes los colores rojo, blanco y azul habían colgado del mástil más alto en los Juegos de Invierno.
Salón Apolo
Dijkstra nació en 1942 en Akkrum, Frisia, pero se mudó a Amstelveen antes de cumplir un año, donde su padre comenzó a trabajar como médico general. No es de extrañar que decidiera ponerse patines cuando era niña: su padre Lou había participado en los Juegos Olímpicos de 1936 como patinador de pista larga.
La impresionante carrera del ícono del patinaje artístico Sjoukje Dijkstra (1942-2024)
No era tan obvio que Sjoukje eligiera el patinaje artístico, porque ese deporte apenas existía en los Países Bajos. Hizo sus ejercicios en el Apollo Hall, donde la entrenadora Annie Verlee la cuidó y también la llevó a La Haya cuando la sede de Ámsterdam cerró sus puertas. Papá Dijkstra iba y venía con su hija casi todos los días.
En Hofstad conoció a Joan Haanappel, un poco mayor. Las niñas tenían sólo nueve y diez años cuando volaron con Verlee en un avión de transporte – gratis, pero entre lechugas – a Inglaterra para entrenar allí con el creador de campeones Arnold Gerschwiler, el suizo estricto y distante. Un “nada mal” de su boca se consideraba un gran halago.
poder de salto
Los esfuerzos resultaron no haber sido en vano. Al principio, Sjoukje estuvo a la sombra de su compañera de entrenamiento y amiga, que ganó cuatro títulos nacionales seguidos, pero después de que las tornas cambiaran por primera vez en el Campeonato Nacional de 1959, Dijkstra ascendió a grandes e inimitables alturas.
Casi literalmente, porque mientras la esbelta Haanappel podía aportar su elegancia y gracia a la batalla, Dijkstra tenía que confiar principalmente en su fenomenal poder de salto. Además, supo recurrir a una mentalidad de hierro que le resultó útil tanto en los entrenamientos como en la competición sobre hielo.
“Un día sin entrenar era un día perdido. Nunca pude ponerme al día”, reflexionó una vez en una entrevista sobre sus esfuerzos por sacar lo mejor de sí misma. “Entrena, entrena y nunca estés satisfecho, eso es lo que pensaba”. Verlee elogió su actitud competitiva: “Los nervios jugaron un buen papel en Sjoukje. Era mentalmente fuerte, sensata y combativa”.
Gloria de coronación
Su talento y formación le reportaron éxitos olímpicos además de seis títulos nacionales (1959-1964), cinco europeos (1960-1964) y tres mundiales (1962-1964). En sus primeros Juegos de Invierno en 1956 en Cortina d’Ampezzo, Dijkstra, que entonces tenía 14 años, terminó duodécima, pero cuatro años más tarde ya estaba en el podio en Squaw Valley con la plata.
El mayor logro se produjo en 1964, cuando saludó y giró hacia el oro olímpico. Una placa histórica para los Países Bajos, ya que fue el primer gran premio de los Juegos de Invierno. Además, no fue hasta la victoria del snowboarder Nicolien Sauerbreij en 2010 que un entusiasta holandés de los deportes de invierno que no era un patinador de larga distancia volvió a disputar el Wilhelmus.
Su actuación en la arena olímpica, con una puntuación máxima de “seis”, no sólo le valió a Dijkstra fama eterna en los Países Bajos (“Sjoukje” se convirtió en un nombre familiar) sino que también fue nombrada Caballero de la Orden de Orange-Nassau. Recibió las condecoraciones un día antes del funeral de su padre, fallecido en un accidente. “Pensé que era una gran lástima que él no hubiera experimentado eso. Porque él siempre esperó que yo lo consiguiera”.
Vacaciones sobre hielo
Su muerte también la hizo pensar en su futuro. “Me hubiera gustado haber competido. Pero bueno, no se pueden comer medallas. Y luego el señor Gerschwiler me ayudó a conseguir un buen contrato en un espectáculo sobre hielo”. De ahí se convirtió Holiday on Ice, con el que el campeón estuvo asociado hasta 1972.
Dijkstra, que conoció en aquella revista sobre hielo a su marido Karl Kossmayer, un modista con experiencia en el circo, fue elegida Deportista del Año seis veces (1959-1964). En 2005 recibió el Trofeo Fanny Blankers-Koen, galardón al que sólo pueden optar los más grandes deportistas de nuestro país.
Sjoukje Dijkstra
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